Primero Guayangareo, luego Valladolid y ahora Morelia es una ciudad michoacana cuya elegancia arquitectónica, estilo señorial, amplias avenidas y recintos llenos de leyendas, la convierten en un imperdible turístico del país, o al menos lo es para mí.
Además es también la cuna natal y formativa de grandes figuras de la historia nacional como Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos –de quien recibe el nombre– y Melchor Ocampo; así como sede de Festivales Internacionales de Cine, Guitarra, Música y más.
Y, aunque es una urbe centenaria, puedes conocerla o reconocerla con verdaderos ojos de aprendiz, si aplicas al pie de la letra estos trucos que son 100% reales, no fake.
Spoiler alert: Si todavía no la visitas, guarda este artículo y ábrelo hasta esa fecha, estás a punto de leer cosas increíbles que podrían arruinarte la diversión. Conste, ya avisé.
1. Para l@s fotógraf@s o instagramer@s
Visita el Acueducto de Morelia que es de estilo barroco, data de finales del siglo 18 y mide 1.5 km de longitud pero –aquí va el consejo experto–, llega por la Calzada de Guadalupe o Calzada de los Enamorados (sí, ahí va la gente a darse besos), párate en el arco central y nota cómo se enmarcan la Fuente de las Tarascas y el atardecer, ¡pum! Romperás el internet de las cosas cuando subas esa foto, yo aquí espero mi etiqueta, @lanormaluz.
2. Para l@s observadores o arquitect@s en secreto
La Catedral de Morelia es una majestuosa edificación –la más alta de la ciudad–, que tardó 80 años en construirse y que también tiene una curiosidad: colócate en medio de la plaza y busca su entrada… no está, ¿por? Porque cuando se realizó la traza urbana de Morelia, se buscaba que todos los caminos dieran a ella y el costado izquierdo era al que le daba más luz solar y por ende, era el más fácil de identificar.
3. Para l@s amantes de “Dónde está Wally” (me incluyo)
Ahora trasládate al Santuario de Guadalupe y Ex convento de San Diego que con su imponente fachada roja, morada, rosa y dorada, te recibirá y acompañará a descubrir la cosmogonía de los pueblos tarascos que labraron infinitas flores de lis y del campo en todas sus paredes y que claro, también tiene un secreto. Entra al santuario, observa el segundo lienzo colgado a la derecha, ¡y descubre los cinco rostros escondidos! Corre tiempo.
4. Para l@s que nunca dejan de estudiar
El Colegio de San Nicolás de Hidalgo o Antiguo Colegio Primitivo es un espacio de exteriores neoclásicos cuyo destino estuvo ligado a la vida del Padre de la Patria quien fuera su rector a principios del siglo XX y también profesor de José María Morelos. Irónicamente, cerró sus puertas durante la Independencia y volvió a abrirlas casi 40 años después cuando el naturalista michoacano, Melchor Ocampo, realizó una generosa donación de sus libros y aparatos científicos personales. Por si fuera poco, la sala dedicada a su vida y obra resguarda ¡nada más y nada menos que su corazón!
Gracias a estos hechos, el respeto que se le tiene al recinto es tan grande que se prohíbe la entrada con gorras y sombreros, quítatelos al ingresar.
El pilón y un agradecimiento personal al Siervo de la Nación
Bien dicen que el mejor lugar para esconder algo es frente a tu nariz así que, la próxima vez que recibas un billete de $50, dale vueltas y ve qué imágenes aparecen: el Acueducto, las mariposas monarca y el rostro de José María Morelos y Pavón junto con la frase: “Que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales y sólo distinguirá a un americano de otro, el vicio y la virtud”.
¿No lo amas? ¡Yo sí!
Pues además, el llamado Siervo de la Nación fue arriero, cura, caudillo, héroe y mártir al dedicar su vida a la lucha por la libertad y al sostener desde inicios del siglo 20, que la educación y la cultura deberían ser accesibles para todas las personas. Soy su fan.
Si te inspiró, descubre también el Museo Casa Natal de Morelos, declarado monumento nacional en 1933 y en cuyo interior se exhiben numerosos objetos personales del caudillo, cuatro retratos monumentales, un fragmento del pañuelo que se presume le cubrió los ojos durante su fusilamiento y un animatronic que cobra vida y refiere sus pensamientos más sobresalientes.
Hay dos cosas definitivas en la vida de Norma Luz: vestirse de verde y bailar. Cuando era niña, lo que más le gustaba de los viajes era recibir al carrito de room service y comer su club sándwich arriba de la cama. Hoy se dedica a escribir, dar psicoterapia y practicar afro dance.
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