Una tarde de buena compañia y una serie de sabores fue lo que ocurrió durante la degustación organizada por Hilo Negro en las mesas del restaurante Sonia en la Colonia Juárez. El menú degustación, a cargo del Chef Edgar Delgado, sirvió como un excelente complemento a la presentación de una gama de vinos de la casa Hilo Negro.
Fundada por un grupo de amigos libres, de buen beber y comprender, Hilo Negro es una bodega mexicana que produjo su primer vino en el año 2012. Reunidos bajo el nombre de La Cofradía del Santo Descorche, fue el disfrute y el indiscutible amor por el vino lo que llevó a este conjunto de 25 personas a crear una compañía divertida. “No somos sofisticados y no vivimos encorsetados”, comenta Ramón Salgado, socio de la Cofradía.
También reconoció que para que Hilo Negro tuviera éxito, era necesario buscar sumar esfuerzos para darle forma a una marca vinícola con personalidad. Así fue como llamó a Daniel Lonnberg, enólogo chileno quien llegó a México y encontró en esta bodega un espacio para poner a prueba sus conocimientos y experimentar con varietales de uva pudieran desarrollarse en el Valle de Guadalupe. ¿Y por qué Hilo Negro? El nombre estuvo a cargo de un grupo de estudiantes de la Universidad Iberoamericana, quienes además desarrollaron el logotipo. Ahora Hilo Negro bautiza cada una de sus variedades con los diferentes tipos de puntadas.
En cuanto al menú que degustamos en la experiencia, como primer tiempo a nuestra mesa llegó una combinación de pan fresco, queso mascarpone sazonado y mantequilla de huitlacoche, realzada por la sutileza del vino Invisible Reforzado. Nuestro paladar estaba siendo preparado para lo que nos esperaba que fueron unas deliciosas croquetas de bacalao, crujientes por fuera y suaves por dentro, maridadas con el vino Tricot de Hilo Negro, un vino rosado pero de un color más cereza cuyo sabor acentuaba las notas del bacalao.
Como entrada, acompañamos los Tacos de papada de cerdo con paté de lobina ahumada con una copa del vino Ricrac, con una acidez y complejidad que realzaron los sabores intensos y ahumados del platillo. El plato principal estuvo engalanado por unas carnitas de guajolote con mole negro, compota de plátano y ajonjolí, un verdadero deleite para los sentidos que maridamos con el vino Zigzag, robusto y firme, complementando cada bocado.
Para finalizar, disfrutamos de un camote en tacha, cuya dulzura y textura suave se fusionaron con el vino Nido de Abeja que con su dulzura equilibrada, cerró la velada de manera excepcional. La cocina de Sonia se entrelazó de manera natural e ingeniosa, en donde la sinfonía de sabores nos hizo sentir esa alegría que te provoca reunirte con tu familia y amigos.
Por Oscar De la Rosa.