Desde la nostalgia: Mallorca

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Mallorca, pastelería y restaurante, cuenta con un prestigio e historia de alto linaje. Desde que abrió sus puertas en México, primero por los rumbos de Prado Sur y hace algunos meses en la céntrica Reforma, se ha ganado a pulso, con tenacidad y pasión, ser uno de los sitios favoritos de los amantes del buen comer.

Casi 100 días atrás, caminar hacia esta terraza, a lo largo de nuestra histórica avenida Reforma, era un verdadero placer. Disfrutar de un café y esperar, observar el fluir de la gente y como caía la noche; vivir sin miedo alguno.

Hoy, esa escena aparece como un recuerdo cinematográfico que se va difuminando; que va siendo menos claro, y se desvanece en la memoria. Sin embargo, esa sensación extraordinaria que el buen sabor de sus platillos deja en el paladar se hace inolvidable.

Con una meteórica “carrera” en la Ciudad de México, primero por los lejanos rumbos de Palmas y ahora en su ubicación de Reforma, Mallorca, además de pastelería y café, ofrece un excelente servicio de restaurante.

El restaurante, de origen español, va muy a la par con el prestigio de sus hornos y para delicia de los corazones gordos –y no tanto–, cuenta con una gran variedad de bocadillos, tapas, pan salado y panadería dulce que merece toda, pero toda nuestra atención.

Todo es horneado ahí mismo y la variedad depende de la temporada. Aunque la panadería sea parte medular, sirva este recomendación que escribo desde casa y añorando cada sabor y rincón del sencillo espacio, para privilegiar la sobriedad y el sabor de su cocina.

Como he dicho, Mallorca no peca en lo ominosamente espectacular de un ambiente restaurantero como algunos otros lugares de Reforma. Cuenta con un interiorismo sencillo, que indica que nos debemos concentrar en cosas más simples… menos superficiales.

Así, en esta reconstrucción mental de esa tarde-noche en el Mallorca de Reforma, ya hemos terminado de observar el entorno y se presenta nuestro valeroso chef, Alonso Cedillo, acompañado de un excelente camarero que a todas luces evidencia todas las dotes de la experiencia de haber trabajado en los mejores restaurantes de México  y conjuntamente nos van presentando un menú que desde el primer bocado conquista y nos remonta delicadamente a un clásico Madrid, pero que toma todo el cuerpo y la intensidad de la gastronomía mexicana más sensual y pura sangre.

¿Cuál es es tu recuerdo más sabroso en este tiempo de cuarentena? Para mí, sin duda, sin duda es el panqué de plátano recién horneado que probé en este restaurante de gran historia.

Sopla el aire, llena el alma

Elegimos una mesa en el salón principal interior de Mallorca Reforma. Y después de saber la historia –ya conocida como amante de los buenos lugares– empezamos un festín que muy sinceramente recomiendo sin tapujos. Para empezar esta faena el primer tiempo abre boca y corazón de un tajo: las clásicas Croquetas de jamón serrano y queso que denotan la excelente calidad de un bellotero muy fino. Pero sin marisco no es Iberia del todo, también nos ofrecen un Carpaccio de pulpo perfecto, fresco, que sólo al recordarle recuerdo porque le encontré gusto a este ingrediente que cuando niño detestaba. Hay clásicos imperdibles: la tortilla de patatas es única y me atrevo a decir de las mejores que he probado.

Sin rodeos, desde una humeante cocina semiabierta y profesional nos envían los principales, platos que mas que una estratosférica y sofisticada presentación sobrada, privilegian cada ingrediente de calidad de importación o de origen nacional de la más alta calidad y que nos acercan al cielo con mirarlos y probarlos, empezando con un Rabo de res al vino tinto, cocido en infinidad de horas y que en minutos hace historia. Igualmente, nos merecimos el delicioso huachinango a la Bilbao con vegetales y guajillo, pimientos y frescos vegetales que acompañan, sin ese sabor de pescado refrigerado que en varios otros restaurantes se vuelve ya costumbre. Entre uno y otro cometimos una oportuna osadía: comer el Estofado Mallorca que no puede tener mas comentario que es perfecto, cocido en varios proceso e igual en horas que no importa contar. Cada momento se acompaña de pan cristal de excelente bonanza y cuerpo consistente, de los hornos de la casa. Y en este menú ofrecido por este chef denota todas las credenciales de una experiencia que se ha ido preparando con los mejores del país, llega el fin, y es aquí, donde la melancolía amenaza mis sentidos al máximo.

Aún es un recuerdo vivo el Mil hojas con frambuesa y otros pastelitos de casa que necesitaríamos hacer una nota aparte para hablar sólo de ellos. Buena comida, salada o dulce, donde el privilegio de contar con ingredientes de primera es misión de vida y distingue el ticket promedio de este lugar (¡quién dijo que comer bien era barato!), aunque no excede el límite de lo propio.

Volveremos

Escribo desde casa, en una silla que ya no puede más conmigo ni yo con ella y en donde el día a día se va tornado casi sepia pero en mi mente y corazón sigo añorando casi nostálgicamente estar sentado en esa terraza con una buena taza de café y sentir el aire, sus ráfagas, que se van tornando al tiro repentinamente. Leo, ahora, un libro que ilustra perfecto el momento y mis deseos por Mallorca –el fabuloso restaurante, la panadería o el puerto– en palabras de Milena Busquets “Como si tuviesen que ser niños eternamente. Como si estar siempre cobijados fuese importante (no es verdad, a veces necesitamos la intemperie)”. Estar en Reforma, cerquita del Ángel y no visitar el Mallorca es pena máxima. Yo necesito esa interprete, YA.

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