Argentina entre viñedos: de copa en copa por sus tierras

Argentina siempre suena a tango, a gradas de fútbol, a cortes de carne humeantes sobre la parrilla y a paisajes infinitos que se pierden en el horizonte. Pero si hay un sabor que define el viaje por este país, ese es el del vino.

Mendoza, la cuna del Malbec

El Malbec es el rey absoluto, sobre todo en Mendoza, donde se produce la mayor parte del vino argentino. Ahí, entre el Valle de Uco, Luján de Cuyo y Maipú, la experiencia va más allá de beber: es pasear entre viñedos con la cordillera de los Andes de fondo, brindar en bodegas como Zuccardi o Salentein y dejar que cada sorbo cuente la historia de la tierra.

Valles Calchaquíes: altura y aromas del norte

Pero Argentina no se queda solo con Mendoza. Al norte, los Valles Calchaquíes en Salta y Jujuy ofrecen vinos de altura que parecen rozar el cielo. Cafayate presume su Torrontés —una uva blanca fresca y aromática— mientras la Quebrada de Humahuaca añade paisajes que cortan la respiración junto a bodegas boutique llenas de carácter.

Patagonia: vinos que desafían el frío

En el sur, la Patagonia sorprende con vinos fríos y elegantes. Neuquén marca tendencia con etiquetas modernas, y Chubut presume el vino más austral del planeta. A la mesa llegan cordero patagónico, centolla y merluza negra, que se entienden de maravilla con un Pinot Noir delicado o un Merlot profundo.

Córdoba y el Litoral: tradición y nuevos sabores

El viaje también pasa por Córdoba y sus sierras, donde tradición jesuita e inmigración italiana dieron origen a vinos jóvenes con mucho corazón. Y hasta el Litoral se suma con Entre Ríos y sus cepas emergentes que comienzan a ganar nombre propio.

Cómo llegar y moverse entre viñedos

Lo mejor: para quienes viajan desde México, Argentina está más cerca de lo que parece. Vuelos directos a Buenos Aires y conexiones rápidas a cada región vitivinícola hacen posible armar un itinerario que combina paisajes, gastronomía y copas siempre llenas.

Brindar por el alma del vino

En cada ruta, Argentina invita a beberse el país, a dejarse llevar por la cadencia de sus viñedos y a brindar por el buen vivir. Porque aquí, entre copa y copa, uno entiende que el vino es mucho más que una bebida: es parte de la identidad de todo un país.

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