Recuerdos de Yucatán

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En estos días de encierro en los que se añora tirar la mascarilla, olvidarse del gel desinfectante y subirse el primer avión que nos pase por enfrente, recuerdo con cariño mi última estadía en Yucatán, invitado por la Secretaría de Juventud del estado para conversar con emprendedores creativos de la región. 

Considero que una vez que se flexibilicen las restricciones sanitarias para viajar, Yucatán será mi primer destino. Confieso que no conozco las Haciendas del Mundo Maya, la mayoría de ellas restauradas con amor por los arquitectos Salvador Reyes Ríos y Josefina Larraín, así que muero por pasar unos días en alguno de estos mágicos recintos de la era porfiriana. 

En mi concepción del mundo es imposible viajar sin dedicarle tiempo a conocer –y adquirir– las expresiones artísticas del sitio que se visita; de mi anterior paso por Yucatán rescato tres que me marcaron: la joyería del gran maestro artesano Esteban Abán Montejo, las tallas en madera del maestro Gabriel Pérez Rajón y las hamacas que el arquitecto Guillermo Reyes Torres diseña en colaboración con artesanas de Tizimín. 

De Esteban Abán puedo decir que además de un gran anfitrión es un hombre talentoso que ha sabido dar a conocer sus creaciones al mundo. Grandes reportajes y documentales sobre él en lo más destacado de la prensa y la televisión italiana, francesa y alemana lo atestiguan. 

Las piezas que elabora con plata esterlina, semillas de cocoyol y dzibul, y espinas de henequén son, en mi opinión, la quintaesencia de la sofisticación de la Península. 

Perez Rajón, a su vez, representa un universo de aves tropicales y múltiples facetas del balam (el mítico jaguar maya) que cobran vida en ramas de ceiba y nos permiten llevar a casa el lindísimo amarillo del pueblo de Izamal, donde San Juan Pablo II se encontró con las comunidades indígenas en ocasión del quinto centenario del arribo de Colón a América. 

Guillermo Reyes Torres, notable y joven arquitecto yucateco que en los últimos años ha sido artífice de la construcción de una faceta contemporánea para Mérida no se ha quedado atrás en temas de artesanía, y ayuda a quienes visitan su tierra a regresar con un pedacito de Yucatán en las manos: preciosas hamacas donde soñar con el retorno a esta exuberante geografía. 

Las hay en seda, en algodón y en urdidas en crochet como es la especialidad de las mujeres mayas del noreste de Yucatán. 

Termino esta entrega compartiéndoles mi más ferviente deseo en torno a Yucatán: recorrer pronto, muy pronto, las largas y solitarias playas del Cuyo, un pequeño pueblito de pescadores de quien la revista Travesías ha sentenciado: “llamarlo paraíso es poco”. 

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